Un mensaje de alegría para hoy



Los tres compañeros bíblicos más importantes en el camino del Adviento son Isaías, Juan Bautista y María, la Madre del Señor.

Tanto los textos de Isaías (Tritoisaías) como las figuras de María y Juan nos sugieren que la mejor actitud para vivir este tiempo de espera del Señor es LA ALEGRÍA.

Alguien podría objetar que la figura de Juan el Bautista es todo menos alegre. La asociamos a la imagen de un asceta en el desierto (cf. Mt 3,4 y par.), predicador de un duro y exigente mensaje de conversión. Lo relacionamos con "el hacha puesta en la raíz de los árboles para cortar y arrojar al fuego" (Mt 3,10). Resuenan en nuestros oídos sus exabruptos dirigidos a fariseos y saduceos: "¡Raza de víboras...!" (Mt 3,7 y par.). El resultado es una imagen de conjunto bastante seria e iracunda.

Sin embargo, sin negar este aspecto de la persona de Juan, el evangelio de la infancia de Lucas nos presenta un rostro mucho más amable del profeta. Os invito a que hagáis ese descubrimiento por vosotr@s mism@s, leyendo atentamente el capítulo 1 de Lucas. Veréis cómo a Zacarías se le anuncia que Juan será para él "gozo y alegría, y muchos se gozarán en su nacimiento" (Lc 1,14). Ya desde el seno de su madre, Juan parece ser un personaje bastante jubiloso. Isabel misma lo dice cuando María la visita: "Apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno" (Lc 1,44; cf. v.41). 
Por otra parte, el evangelio de Juan, en sintonía con la anterior tradición, también presenta un precursor alegre, "amigo del Novio", que oye su voz y "se alegra mucho con la voz del novio" (Jn 3,23).

En cuanto a Isaías y María, es indudable que son iconos de gozo, júbilo y alegría por la salvación que Dios viene a traer. A María la saluda el ángel con estas palabras: "Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo" (Lc 1,28). Se convierte, entonces, en portadora de alegría allí donde está. En su visita a su prima Isabel, ésta la proclama "feliz" por su fe (Lc 1,45), y la misma María canta su alegría en el Dios que salva a su pueblo (Lc 1,47).

En la noche de Belén, bajo las estrellas, también los pastores escucharán el anuncio del ángel: "No temáis, pues os anuncio una gran alegría. Os ha nacido hoy un salvador, que es el Cristo Señor" (Lc 2,10-11).

Si decimos que el amor es el distintivo de los discípulos de Jesús, no lo ha de ser menos la alegría. Tenemos motivos más que suficientes para ello. Así pues, vivamos este tiempo de espera y esperanza con la expectación y el gozo que inundaron a Isaías, a Juan y a María.