Posturas durante la celebración


- Durante la consagración, ¿cuál debe ser nuestra postura: arrodillados, agachados o mirando al altar?
- Después de comulgar, ¿debemos arrodillarnos a rezar o no?

Jorge Juárez
La nueva Ordenación General del Misal Romano da una importancia particular a los "signos", al "cómo celebrar", además naturalmente de centrarse ante todo en "qué celebramos". Se nos dice ante todo que "la celebración de la Misa, como acción de Cristo y del pueblo de Dios jerárquicamente ordenado, es el centro de toda la vida cristiana" (OGMR n. 16). 

El Misterio que celebramos es siempre el elemento central que no debemos olvidar en ningún momento. Sin embargo, es cierto que, por ser personas humanas y, como tales, manifestar nuestras actitudes, sentimientos, la fe a través de signos, palabras, silencio, canto, posturas del cuerpo..., por esta razón, la Ordenación General se detiene también, como ya lo hacía en la edición de 1975 (n. 21), sobre los "gestos y posturas del cuerpo". A propósito de éstos, se afirma ante todo un principio importante: "los gestos y posturas del cuerpo tanto del sacerdote, como del diácono, de los ministros y del pueblo tienen que tender a que toda la celebración resplandezca por la armonía y la noble sencillez, de forma que se pueda percibir la plena significación de cada una de las partes y se favorezca la participación de todos" (OGMR n. 42; citando a la SC 30, 34). 
Perdone si me he extendido en estos elementos; pero me parece muy importante tenerlos en cuenta para saber también situar, discernir y comprender lo que las rúbricas indican con relación a estas posturas.

        En concreto, la OGMR en el n. 43 indica cuáles han de ser las posturas que hemos de adoptar, y dice con claridad: "Los fieles estén de rodillas durante la consagración, a no ser que un motivo de salud, o de estrechez del lugar o el gran número de asistentes u otra causa lo impida. Quienes no estén de rodillas durante la consagración, hagan una inclinación profunda cuando el sacerdote hace la genuflexión después de la consagración".
      Subrayé "el motivo de salud", porque es una razón que ofrece la nueva Ordenación del Misal Romano; no aparecía en la anterior. Todas las demás coinciden con lo que ya estaba establecido hasta ahora.
        Es normal que, puesto que el  sacerdote que preside la celebración eleva el pan consagrado y el cáliz con el vino consagrado, elevemos también nosotros, los fieles, la mirada devotamente hacia las sagradas Especies, convertidas en Cuerpo y Sangre del Señor, "Cuerpo entregado por nosotros, Sangre derramada por nosotros y por todos los hombres para el perdón de los pecados".
       La contemplación devota y llena de amor de la Eucaristía es también una expresión de adoración. Porque es toda la persona la que está llamada a adorar, inclinando no sólo las rodillas, sino todo el ser, cuerpo y espíritu, postrándonos en acción de gracias - eucaristía - adorante se ante el Dios que renueva por nosotros, reactualiza, a través de la celebración litúrgica, su Misterio pascual de muerte y resurrección. 

Comunión: 

En cuanto a la postura que se recomienda después de la comunión, la OGMR en el mismo n. 43, indica que "según la conveniencia, se permanece sentados mientras se observa el sagrado silencio después de la comunión". 

Y el n. 45, hablando de los momentos en que se ha de observar el "sagrado silencio" durante la celebración de la Eucaristía, cita con las siguientes palabras también el silencio "después de la comunión, cuando los fieles alaban a Dios en el corazón y oran". 
Las rúbricas no dicen más, ni tienen por qué bajar a más detalles. Todo lo demás, corresponde a cada uno de nosotros, a la comunidad celebrante y al presbítero que la preside, teniendo en cuenta la grandeza del Misterio que celebramos. Las actitudes interiores son también las que han de dar sentido profundo a las posturas que asumimos, siguiendo las disposiciones y teniendo en cuenta también el ambiente y las tradiciones de los distintos lugares.