El tiempo de Navidad


Con las primeras Vísperas de la Navidad, el 24 de diciembre, entramos en el Tiempo de la Navidad, que concluirá con la celebración de la Fiesta del Bautismo de Jesús, el día 12 de enero.
Como indica el nombre que damos a este Tiempo litúrgico, el momento central del mismo es la celebración de la solemnidad de la Natividad del Señor, celebración que tiene, al igual que la solemnidad de la Resurrección de Jesucristo, una octava. En el caso de la Navidad, esta octava se clausura con otra solemnidad muy navideña, la de la Maternidad de María, la Virgen-Madre. 

 Los textos eucológicos de las varias celebraciones del Tiempo de Navidad resaltan su relación con el Misterio Pascual, dentro de toda la celebración del año litúrgico. Nos hablan del nacimiento del "Salvador del mundo", de la Navidad como "fiesta esperanzadora de nuestra redención", "... que las ofrendas de tu pueblo se conviertan en aquel sacrificio con el que Cristo purificó el pecado del mundo".
En la liturgia de las Horas, los Padres nos invitan a "celebrar con alegría el advenimiento de nuestra salvación y redención" (San Agustín, 24 de diciembre). Y san León, el mismo día de Navidad, nos dice: "Hoy ha nacido nuestro Salvador... Nuestro Señor, destructor del pecado y de la muerte, como no ha encontrado a nadie libre de culpa, ha venido para liberarnos a todos. El Hijo de Dios asumió, en la plenitud de los tiempos, la naturaleza del género humano para reconciliarla con su Creador". Y nos invita: "Despojémonos del hombre viejo con todas sus obras. Reconoce, cristiano, tu dignidad. Piensa de qué cabeza y de qué cuerpo eres miembro. No olvides que fuiste liberado del poder de las tinieblas y trasladado a la luz y al reino de Dios".
 
En el Tiempo de Navidad, además de la solemnidad de la Natividad del Señor, celebramos otras fiestas con distinta intensidad y con características propias.
  • La Solemnidad de Santa María Madre de Dios (octava de Navidad).  
Esta solemnidad encuentra ahora su tiempo propio en la octava de la Navidad. Celebramos a la que con su al proyecto de la santa Trinidad hizo posible la encarnación del Verbo de Dios. 
Hasta la reforma del año litúrgico y del Calendario Romano, se celebraba la fiesta de la maternidad divina de la Virgen el día 11 de octubre. Todos recordamos cómo fue precisamente en este día del año 1962 cuando Juan XXIII quiso que comenzara el Concilio Vaticano II, poniéndolo así bajo la mirada y protección de la Virgen, Madre de la Iglesia.
 
  • Fiesta de la Sagrada Familia.
Otra celebración que la reforma del año litúrgico quiso poner en el corazón de este tiempo de Navidad es la Fiesta de la Sagrada Familia, por el carácter de fiesta de familia, hogar, propio de la Navidad. Cuando no hay domingo dentro de la octava de la Navidad, celebramos esta fiesta el día 30 de diciembre. 
Fiesta litúrgica importante, puesta en evidencia en nuestro Pueblo también a través de la oración del Rosario en cadena y de la celebración del "Día de la Familia". Pedimos en la oración colecta de la Misa: 
"Dios, Padre nuestro, que has propuesto a la Sagrada Familia como maravilloso ejemplo a los ojos de tu pueblo, concédenos, te rogamos, que, imitando sus virtudes domésticas y su unión en amor, lleguemos a gozar de los premios eternos en el hogar del cielo".
 
  • La Solemnidad e la Epifanía, o Manifestación del Señor.
Es la otra gran solemnidad del Tiempo de Navidad. Contemplamos en este día a Cristo "manifestado en la carne, y predicado a los paganos".        
La liturgia hace memoria en este día no sólo de los magos que, "conducidos por la  estrella van al pesebre", sino del agua convertida en vino en las bodas de Caná y de "Cristo bautizado por Juan en el Jordán para salvarnos" (antífona de las II Vísperas).
 
  •  Fiesta del Bautismo del Señor
Finalmente, la Fiesta del Bautismo del Señor cierra el Tiempo de la Navidad. Esta Fiesta se celebra el primer domingo después de la Epifanía. Después de las vísperas de este domingo, comenzamos el “Tiempo Ordinario”, hasta el miércoles de Ceniza, con el que comienza la Cuaresma, que este año tendrá inicio el día 5 de marzo.
 
Ya en la celebración de la Epifanía del Señor se recomienda que, después de la proclamación del Evangelio, se anuncien las fiestas movibles del año en curso. Y esto, para disponer ya desde ahora los corazones a la celebración de la Pascua. Una nota más de la relación de todo el año litúrgico, con todas sus celebraciones, fiestas y solemnidades con el misterio pascual de la pasión-muerte-resurrección-glorificación del Señor Jesús, que constituye realmente el "núcleo y eje" en torno al cual giran todas las celebraciones de la Iglesia.
 
Contemplando el Misterio del Nacimiento del Verbo de Dios, que se hace uno de nosotros para salvarnos, oramos en comunión con toda la Iglesia: 

“Te alabamos, Padre santo, porque eres grande,
porque hiciste todas las cosas con sabiduría y amor.
A imagen tuya creaste al hombre y le encomendaste el universo entero,
para que, sirviéndote sólo a ti, su creador, dominara todo lo creado.
...  Y tanto amaste al mundo, Padre santo,
que, al cumplirse la plenitud de los tiempos,
nos enviaste como salvador a tu único Hijo.
El cual se encarnó por obra del Espíritu Santo,
nació de María la Virgen,
y así compartió en todo nuestra condición humana
menos en el pecado...” (Pl. Euc. IV)